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Las personas con altas capacidades intelectuales encuentran en nuestra sociedad problemas derivados del desconocimiento de su especificidad.


Dentro de este colectivo, son las personas superdotadas y los niños de precocidad intelectual quienes sufren con mayor contundencia las consecuencias de una sociedad igualitarista donde circulan abundantes mitos y sofismas.


El escaso nivel de «cultura de la diversidad» dificulta y, con frecuencia, impide que puedan mostrar y desarrollar su personalidad diferente.


Estas dificultades inciden especialmente en estos niños, niñas, adolescentes y jóvenes a su paso por un sistema educativo donde prevalecen formas, recursos, ritmos y, sobre todo, estilos de aprendizaje homogéneos, fuertemente jerarquizados, ineficaces, injustos y segregadores que acaban marginando, incluso expulsando al diferente.


Con demasiada frecuencia nuestros alumnos más capaces han tenido que buscar su respuesta educativa en otros países.


El problema se centra en el enorme desconocimiento que existe, en amplios sectores del sistema educativo, de las altas capacidades como fenómenos cognoscitivos y emocionales en la confluencia e interacción cognición-emoción- motivación; el desconocimiento de sus necesidades educativas, especialmente las específicas de los alumnos superdotados, que no son tanto las derivadas de su diferencia intelectual cuantitativa, sino fundamentalmente las derivadas de su inteligencia cualitativamente diferente.


En su proceso de maduración neuropsicológica asíncrono, piensan de otra manera, tienen diferente forma de ver la vida, de vivirla, de divertirse, diferentes formas de plantear y de resolver los problemas.

Tienen diferente sensibilidad. Aprenden de manera diferente: tienen
ritmos y estilos de aprendizaje muy distintos y, a veces, opuestos a los estandarizados, bajo los que se encuentran férreamente sometidos.


El desconocimiento generalizado de sus pautas diagnósticas específicas, distintas de las del DSM-IV-TR, les hace víctimas de constantes errores diagnósticos.


Hay desconocimiento del diferente desarrollo y configuración final del cerebro de estos alumnos y de sus consecuencias cognitivas y emocionales; desconocimiento de las técnicas de estimulación y mecanismos de «feed- back», de maduración y perfeccionamiento de circuitos neurogliales bajo la sistemogénesis heterocrónica y de los necesarios test neurológicos; desconocimiento de los diferentes diagnósticos diferenciales publicados por la literatura científica internacional; desconocimiento de las técnicas de enriquecimiento epigenético, de las conexiones neurales que aumentan su calidad y capacidades funcionales desde las interacciones tempranas que determinan cómo se cablea e interconecta su cerebro: la arquitectura de su cerebro.


En definitiva, hay un desconocimiento de su específica personalidad que, en su distinto desarrollo, fundamenta su derecho constitucional a una educación diferente.

Todo ello unido a la constante confusión --de los docentes-- entre capacidades y rendimientos escolares provoca la aparición, en la sociedad y específicamente en el sistema educativo, de abundantes mitos, tópicos y sofismas.

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